domingo, 31 de enero de 2010

Libros


El Extranjero

*Título: L'Etranger (El Extranjero)
*Autor: Albert Camus (1913-1960)
*Género: Novela
*Méritos: Premio Nobel de Literatura 1957
*Publicación: 1942
*País: Francia
*Editorial: Ciudad Seva (online)

"No tenemos tiempo de nosotros mismos;sólo hay tiempo para ser felices"

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El 4 de enero pasado acaban de cumplirse cincuenta años de la trágica muerte de Albert Camus, el gran escritor francés de la verdad y la libertad humana, y el que más fuerte influencia ejerció en la Europa de la mitad del Siglo XX. Entre sus más importantes obras - El mito de Sisifo, La Peste, El hombre rebelde-, es El Extranjero el que mejor representa su notable produccion literaria, y, sin lugar a dudas, el referente obligado de la gran novelística del siglo XX.

Entendida como una denuncia literaria al pesimismo existencial que impregnó la vida angustiosa del pueblo europeo en los difíciles años de la segunda guerra mundial, El Extranjero tuvo el mérito de encender uno de los debates más ardientes de la época a partir de los grandes temas de la sociedad moderna: la Justicia, la Verdad y la Libertad.

Meursault, el personaje central de la novela, es un sujeto dominado por un profundo estado de frustración y un latente desencanto por la vida, que lo lleva a asumir la actitud más indiferente ante todo lo que le rodea. Todo le aburre. Nada llama su atención. A nada le presta especial importancia. Las cosas, las personas, como los amigos. Todo le resulta intrascendente y le viene igual. Los días lunes como los sábados o domingos. La caricia y la pasión de una mujer no logran mover una fibra de ternura de su ser. Ni los eventos más tristes conmueven su alma gélida, vacía. La noticia de la muerte de su madre la recibe cual una nota de rutina. Y en los funerales es incapaz de expresar la mínima congoja. El aburrimiento y la monotonía se han instalado plenamente en él, convirtiéndolo en un sujeto insensible y desesperadamente apático.

Pero este insípido y frío estado espiritual suyo, ha ido forjando en Meursault una personalidad potencialmente peligrosa, que lo lleva a los extremos de perpetrar un crímen con la mayor frialdad y despojado de toda piedad, mostrándose ante el tribunal que lo juzga sin la menor actitud de arrepentimiento. A partir de este hecho se levanta un proceso sin precedentes que traspasa el mundo ficticio de la novela, promoviendo en la inteligencia europea el mayor debate de la época : ¿se puede juzgar a un sujeto e inflingirle la pena más grave porque no expresó arrepentimiento por el crimen perpetrado?; ¿ el no haber llorado en los funerales de su madre es causa para agravar su responsabilidad penal?; ¿el acusado debe fingir arrepentimiento y congoja para que la justicia expíe con benevolencia sus culpas?; ¿la confesión sincera del acusado no es más bien causa para atenuar la pena? La sombra de El proceso de Kafka se ve flotar en el libro.

A falta de un buen abogado en el juicio, Meursault ha tenido en la crítica del Siglo XX el mejor alegato de defensa: el acusado, lejos de mostrar cinismo y frialdad por el crimen cometido, actuó con la mayor entereza al no esconderse tras las estrategias y trapizondas consabidas al frente de los tribunales. Es un sujeto auténtico, libre de reglas convencionales, incapaz de engañar a nadie, ni a quienes juzgan su crímen. Y si el fin de todo proceso es realizar la justicia, y a la justicia no se llega sino a través de la verdad, el acusado fue el mejor colaborador que tuvo la justicia expresando desde el inicio, no su verdad, sino la verdad de los hechos, aun sabiendo que ello lo inmolaría en el holocausto de la pena capital. Entonces, ¿merecía la guillotina o la infinita piedad de una pena atenuada?

Autores de la talla de Jean Paul Sartre suscribieron este alegato, y en la época actual lo han asumido en parte escritores como Mario Vargas Llosa, quien cuestiona que la sociedad condene al acusado por su ineptitud para decir mentiras o fingir lo que no siente. El mismo Camus, en un artículo posterior a la publicación del libro, sale a defender a su personaje: "El héroe del libro es condenado porque ...rechaza mentir...El dice lo que es, rehúsa enmascarar sus sentimientos y al instante la sociedad se siente amenazada..." Por eso es ejecutado.
Si bien la lectura que esta crítica ofrece de Meursault, es acertada literariamente, la misma no puede ser aceptada en el plano de la vida real. ¿Hasta qué punto la libertad individual tiene legitimidad para traspasar las reglas de juego que se han venido estableciendo secularmente para regir una vida en sociedad? No puede haber sociedad sin un consenso de sus integrantes en torno de ciertas reglas que todos deben acatar . Las instituciones que la conforman y hacen posible la vida en común, exigen deberes y compromisos, demandan determinado grado de responsabilidades, frente a lo cual no cabe más que deponer ciertos impulsos personales, ahogar los deseos y las fantasías que navegan en la soberanía absoluta de la interioridad de nuestro ser. Así, la fidelidad en el matrimonio, la lealtad en la competencia laboral, el derecho a un debido proceso, el respeto por las opiniones ajenas, la tolerancia religiosa, etc. Como anota Vargas Llosa, "Sin este acuerdo, no habría sociedad sino una jungla de bípedos libérrimos donde sólo sobrevirían los más fuertes"
La ejecución final de Meursault es un mensaje metafórico: el precio que debe pagar la libertad individual en aras de preservar la ley que regula la vida en sociedad. Un mensaje que, formulado más de medio siglo atrás, tiene algo de premonitorio y una sorprendente vigencia a la vista de una sociedad como la actual, especialmente la capitalista, donde la monotonía, la rutina y la superficialidad dominan gran parte de la vida. Pero una cosa es entender a una europa encrispada por la violencia, destruida por constantes bombardeos y paralizada por la desazón de la vida en que la arrinconaron las dos grandes guerras del siglo pasado, y otra, muy distinta, la sociedad de esta época, que ha logrado ascender a la cima del mayor progreso material, con capacidad de satisfacer sus necesidades más urgentes y manejar las más remotas. ¿Por qué esta época transmite frialdad y se ahoga igualmente en la ansiedad y desazón por la vida? ¿Qué le falta? Un ideal, un sueño, una fantasía, sin lo cual la vida no es posible. Y cuya ausencia fue lo que ahogó a Meursault en el más absoluto absurdo existencial.
Esta época, que tiene al alcance todo, no tiene de afuera nada que pedir para ser feliz; es dentro de sí misma donde debe sacar aquello único que tanta falta le hace: un poco de ternura. Al fin y al cabo, Camus nos enseñó que la pasión es la mayor fuerza que tiene el hombre. ¿Es mucho pedir?

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Barnes & Noble, Nueva York, invierno del 2009

Luis Alberto Castillo

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