lunes, 12 de octubre de 2009

Mis Personajes


Mis Recuerdos con Víctor Raúl

"Es bastante lógico que una teoría
completa pueda ser formulada.
Deseo que tenga usted todo el
tiempo posible para proseguir sus
estudios..."
(Einstein sobre la teoría del espacio-tiempo-histórico
de Haya de la Torre)
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Mis recuerdos alrededor de Víctor Raúl recrean en mi alma la hermosa emoción de aquellos años en que yo me encontraba en la plenitud de la juventud y en el bullir efervescente de mis ideales.

Recuerdo que cada domingo salía de mi casa en Magdalena muy temprano y rebosante de entusiasmo a tomar el autobús que me llevaba directo a Vitarte, una zona campestre por las afueras de Lima, bajándome en un viejo y conocido solar de amplios y frondosos jardines, cercado por murallas altas, en cuyo pórtico de piedra un letrero anunciaba la entrada a la historia: Villa Mercedes. La casa de Víctor Raúl.

Esos domingos, numerosos jóvenes del Partido Aprista, cumpliendo con un leal compromiso del espíritu, nos dábamos cita desde diversos puntos de Lima para visitar al Viejo, como cariñosamente llamábamos a Víctor Raúl.

Alto y robusto, de tez rosada y cabello castaño; de pasos más bien rápidos y caminar algo cómico (cimbrándose hacias los costados), Víctor Raúl era un viejo hermoso, de una bondad desbordante y un fuerte magnetismo personal que nos tocaba a quienes nos encontrábamos en rededor suyo.
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El Viejo no disimulaba la inmensa alegría que le producían los encuentros de esos domingos, encontrándose desde muy temprano de pie para recibir personalmente a cada legión de compañeros que arribaban bulliciosos y eufóricos a su casa, pues mucho gustaba obsequiar su atención de fino anfitrión.
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Arribaban a tropel, muchachos de a diez, quince, veinte, !muchos!, ya del sector de Villa María del Triunfo, ya de Pueblo Libre, de mi Sector de Magdalena del Mar, las lindas compañeritas de Miraflores, los chicos de la JAP, los más grandes del Comando Universitario Aprista. Hasta adolescentes muy tiernos, que integraban el Comando Escolar Aprista, llegaban con sus uniformes únicos puestos.
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!Era hermoso tal despliegue de entusiasmo por ver y compartir junto al Viejo!
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Mientras los compañeros se iban reuniendo y departían en el patio, yo aprovechaba para penetrar en la espaciosa biblioteca del fondo del jardín para revolotear a mi regalado gusto por las filas de anaqueles de madera rústica donde se apiñaban centenares de libros de distintas y variadas materias. Ahí, con la emoción contenida, me esmeraba en anotar algunos títulos y autores, pues alentaba la secreta ambición de leer todo lo que había leído el Viejo. Al poco tiempo tendría que desistir de tan iluso empeño...
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Los libros eran en casi todos los idiomas: castellano, inglés, francés, alemán, italiano, etc. Cierta vez la prensa extranjera le preguntó cuántos idiomas hablaba, a lo que Víctor Raúl respondió risueñamente: "siete, gramaticalmente; el resto para no morirme de hambre".

Impresionaban los grandes retratos en sepia que colgaban de las paredes, donde Víctor Raúl aparecía al lado de celebridades del siglo XX. Haya y el líder indú Jawaharlal Nerhú; otra fotografía lo mostraba junto al premio Nobel francés Roman Rollaind; en compañía del filósofo británico Bertrand Rusell; al lado del líder sionista Ben-Gurión; el economista alemán Goldschmiedt; un retrato con el célebre poeta bengalí Rabindranath Tagore. No dejaba de sorprender una foto amarillenta mostrando a un joven Haya en compañía del legendario líder de la revolución rusa, León Trotsky.

Sin embargo, un retrato memorable llamaría poderosamente mi atención: Víctor Raúl en animada plática con el gran físico alemán Albert Einstein. Conforme me informaría tiempo después, -y que he tenido la gran fortuna de constatar viviendo en Nueva Jersey-, la toma correspondía al último encuentro que ambos tuvieron en 1947, en la residencia universitaria que el sabio alemán tenía en Princeton University, la casa de estudios más prestigiosa del mundo, ubicada en Nueva Jersey. Fue la oportunidad en que el sabio le explicaría los alcances de la teoría del espacio-tiempo, y en donde Víctor Raúl le mostraría su tesis escrita sobre el espacio-tiempo-histórico.

Leyendo el libro Mensaje de la Europa Nórdica, donde Víctor Raúl relata gran parte de ese trascendental encuentro ("In memoriam Albert Einstein" ), tuve mejor conciencia sobre el importante parentesco espiritual e ideológico que identificaba a ambos pensadores. Einstein alentó a Víctor Raúl a continuar desarrollando sus estudios sobre el espacio-tiempo-histórico, consistente en aplicar la teoría de la relatividad al estudio de los grandes temas sociales, y que inicialmente lo llegó a publicar como ensayo en Cuadernos Americanos (1947).

Cuando finalmente en 1976 se publican las Obras Completas ( 7 volúmenes) de Haya de la Torre, espacio-tiempo-histórico aparece comprendida como la obra filosófica por excelencia de la doctrina aprista.

Los jóvenes deberían saber de esa hermosa y gran amistad que unió a Víctor Raúl con el llamado padre de la energía atómica; del generoso gesto que tuvo con él cuando, bajo la dictadura de Sánchez Cerro, estando a punto de ser fusilado (1932), Albert Einstein, junto a otros ilustres personajes mundiales y premios Nobel, hizo llegar al gobierno peruano una enérgica carta de protesta pidiendo respetar la valiosa vida de Haya de la Torre.

Víctor Raúl se encontraba en Estocolmo cuando en 1955 tuvo noticia de la muerte de Einstein. Consternado, declararía: "considero que el epitafio más elevado y bello que puede escribirse sobre su tumba, sea la fórmula E=mc2". Los restos de Einstein, por propio deseo, serían incinerados y sus cenizas esparcidas sobre el legendario Río Delaware (cuyas aguas comparten riberas de Delaware, Nueva Jersey, Nueva York y Pensilvania), EE. UU.


Sin que nos diésemos cuenta, el domingo transcurría raudo al calor de una atmósfera fresca, cargada de alegría y una rica fraternidad. No faltaban declamaciones de algún inspirado compañero sobre los poemas telúricos de Vallejo, el poeta amado del Viejo, o sobre algún canto de esperanza del gran poeta del Modernismo, Rubén Darío. Pero, siempre, terminábamos recurriendo a lo mejor del cancionero criollo o moderno, a cuyos temas les hacíamos los necesarios "arreglos" poniéndole letra revolucionaria. Todos confraternizando alrededor de la señera figura de Víctor Raúl.

Sin embargo, la hora del almuerzo era la que más se festejaba, cada compañero feliz con un plato lleno de la exquisita frejolada criolla, y, al caer la tarde, ya para despedirnos, venía una reconfortante chocolatada aprista, que a todos nos abrigaba el alma.

Recuerdo que uno de esos domingos el compañero y dirigente universitario Carlos Roca, alentado por todos nosotros, cogió la guitarra y, cargado de infinita pasión y con una inefable fuerza expresiva, entonó la popular canción La lluvia caerá:

"Bajo un mundo lleno de ilusiones y ambiciones/siempre debe haber ese algo que no muere/si al mirar la vida lo hacemos con optimismo/veremos que en ella hay tantos amores..."

Era el tema del grupo argentino Los Iracundos, en cuya letra encontraba Víctor Raúl un hermoso mensaje de esperanza para aquellos que, como él, habían puesto su vida al servicio de los nobles ideales de libertad y justicia social.

La canción tenía el efecto de invadirlo de una infinita emoción, que terminaba poniéndolo al borde de las lágrimas. Le recordaban sus agitados años de lucha, persecución e incomprensión. Todos nos sentíamos tocados por la sensibilidad del Viejo, que en la atmósfera flotaba una extraña ternura que nos hermanaba fuertemente.

!Cuántos jóvenes nos enriquecimos con esos encuentros! La presencia gravitante de Víctor Raúl fue para muchos la chispa que prendió en el alma el fuego sagrado de nuestros ideales, que arde perenne y que no se extingue nunca jamás, y que únicamente los apristas de corazón sabemos sentir y descubrir unos en otros.

Las tertulias de aquellos años (1976-1978) serían nuestros últimos encuentros con Víctor Raúl. Ignorábamos que desde comienzos de 1978, con la intensa campaña para la Asamblea Constituyente y, luego, ya entregado a su árdua labor como presidente de la misma, no volveríamos a verlo más sino de lejos. El 2 de agosto de 1979 Víctor Raúl, hecho ya polvo cósmico, emprendería un viaje infinito y sin retorno hacia las estrellas

Treinta años han trascurrido desde entonces. Y hoy, conforme avanza el tiempo, y crece en la historia cada vez más grande la inmensa sombra del nombre de Víctor Raúl, al estar lejos de mi tierra añorada, de mi Partido, de mi gloriosa generación de viejos compañeros de batalla, aflora del fondo de mi alma aprista una incontenible añoranza, una mezcla de orgullo, alegria y pena por haber estado muy de cerca de uno de los hombres más grandes que ha podido producir el Perú, el último de una gran estirpe de líderes...y que seguramente ya no creo producirá mi país.
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En el verano pasado, ya viviendo aquí en Nueva Jersey, asistí con los compañeros del Comité Aprista Kearny-Harrison a una velada que la comunidad peruana celebraba en un conocido restaurant peruano, y el cantante de la Nueva Ola que animaba la reunión interpretó La lluvia caerá de Los Iracundos. Me llamó mucho la atención, y no pude evitar emocionarme, que el tema lo dedicara a nuestro dirigente y coordinador general del Partido para Estados Unidos, haciendo mención especial que era la canción que tanto gustaba a Víctor Raúl.
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La noticia de la predilección de Víctor Raúl por esa hermosa canción había cruzado las fronteras del espacio y del tiempo.

Harrison, Nueva Jersey, invierno del 2009.

Luis
Alberto Castillo.