domingo, 16 de agosto de 2009

Una mirada al recuerdo: Mis Películas





Woodstock (1)

*Nombre: Woodstock, 3 días de paz, amor y música

*Año : 1970

*Cine: Orrantia(Lima, Perú)

*Ano : 1974Negrita
*Participantes: Joe Cocker, The Who, Ten Years After, Santana, Jimi Hendrix

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La primera vez que oí hablar de Woodstock fue en la escuela, a un chico del grupo con el que compartíamos la hora de recreo en la cancha de fútbol, un hippilón y un virtuoso con la guitarra.
- este domingo fuí con mis patas a ver "Woodstock"- nos contaba alegre Noya, mientras afanosamente afinaba una preciosa Falcon cubierta de calcomanías de margaritas, corazones, lemas en inglés, el rostro del ché, Jimi Hendrich.

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-¿Woodstock?- le pregunté.
- sí, !un peliculón!, mostro loco, alucina: Ten Years After, Santana, The Who, Joe Cocker, Jimi Hendrich, quien, pasadazo, se luce ejecutando el himno de los estados unidos tocando la guitarra !con los dientes!-
- es esa de hippies, ¿eh?
- !bacán!, no se la pueden perder; la han puesto en el "Orrantia", pero vayan temprano porque hay un chuchunal de gente...!-

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En el barrio yo había hecho amistad con un muchacho mayor que solía visitar con frecuencia a unos vecinos del lado de mi casa ; cada vez que llegaba charlábamos afuera, sentados en el murito de la entrada. En realidad, era él quien más hablaba, y me deleitaba contándome sabiamente sus aventuras amorosas, los discos de rock que tenía coleccionado y lo fantástico que lo pasaba con la gente de su barrio, en San Antonio.

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-son patas que están en otra nota, últimamente andan con la onda de ir como raidistas por toda sudamérica; hace tres meses yo pude llegar hasta Río de Janeiro !imagínate, a puro dedo!- celebraba su hazaña risueñamente mientras se prendía un cigarrillo Norton.

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Carlos Miano era un tipo de aproximadamente veintidos años de edad, rubio, ojos azules, con un look que imponía respeto: cabello largo, a veces amarrado a una colita, barba poblada, patillas largas, y casi siempre vestido de comando, de un verde oliva, rematando con una boina tipo el Ché.

-Carlos, - le inquirí una de esas tardes-, ¿Tú has visto Woodstock?
-¿Woodstock? !carajo, la mejor película que he visto en la vida...huevas!- se excitó, bajándose rápido del murito para explicarme mejor- Es la mejor película de rock de todos los tiempos, unas bandas mostras, cualquier cantidad de hippies, y corre droga full time; ah, y lo mejor, !unas gringuitas ricas que andan calatitas!, una ganancia loquillo- me sonrió haciendo gestos obscenos con la mano
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-¿la quieres ver?
-!claro!
- bien, yo te invito, pues este verano la han vuelto a estrenar en el Orrantia.
-¿de verdad cuñadito?-
-sí, este domingo estaría bien; si no ves esta película, no has visto nada en la vida huevonazo- me sermoneó muy preocupado, prendiéndose otro Norton. -Ah!, pero una advertencia: lleva tu grabadora, todo el mundo llevará una y, si puedes, sería bueno que te consigas también una mascarilla antigases- se rió con una risita absurda
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Ese domingo Carlos pasó por mí muy temprano montado en un impresionante jeep. Nos saludamos con los dos dedos en alto formando la V de la victoria.
-sube, loquillo, a esta película hay que ir con tres horas de anticipación, es que antes debo recoger por el camino a una hembrita, ya la verás- me anticipó guiñándome diablillo el ojo.


Malena era una flaquita de aproximadamente veintiún años de edad, blanca y guapísima, y lucía siempre un atuendo hippie: bluza suelta de tocuyo hindú, falda vueluda y larga, de colores vistosos, con varios pendientes de shaquira colgándole los brazos. Con su larga, revuelta y hermosa cabellera castaña, semejaba una verdadera gitana. Carlos me contaría después que ella había vivido buen tiempo en California, cuando a su padre la Good Year lo había destacado por allá.
-la flaca es muy americanizada y no se está con paltas como las hembritas de acá; por eso me gusta. Ahí donde la ves, ya está acabando en La Católica su carrera de ingeniería civil-

La flaca vivía en la avenida Bolívar, en Pueblo Libre, en un precioso chalecito blanco a dos aguas, a sólo tres cuadras de La Católica. Carlos estaba templado; para verla, arrancaba hasta allá desde San Antonio, cada noche dos horas en el jeep. Pero la pasaban bacán; además, sus estudios de arquitectura en la Ricardo Palma entonaban a la perfección con la carrera de la flaca.
-alucina, huevas, en el futuro nos haremos socios y juntos construiremos edificios, !haremos una mina con mi flaca!-, confesaba entusiasmado su ilusión, mientras subía el volúmen de la radio del jeep.
-es la hora de los domingos de Diana García, me fascina un culo, te pone una música paja, full rock, y su inglés un pase de vueltas-.
- a mí también, pero su programa de las ocho de la noche, los días de semana-, no me quise quedar atrás.
-ja ja ja, bueno, loco, volemos, la flaca debe estar ya esperándonos impaciente afuera fumándose mínimo su tercer cigarrillo.

La flaca subió al vuelo; yo ya estaba colocado en el asiento de atrás.
-y, ¿en qué estás flaquito?, veo que te has armado tu fiambre- se rió observando el paquete que yo llevaba.
-no, no es comida, !como crées!, sino una grabadora para no perderme ninguna canción del film- le respondí. La flaca miró a Carlos moviendo la cabeza con pena.

Al llegar, lo primero que divisamos fue una tremenda cola que arrancaba desde la puerta del cine, en la Avenida Arequipa, extendiéndose por la Javier Prado y doblando hasta la Petit Thouars.
-!uy carajo!- exclamó alarmada Malena- Aquí hay como cuchucientas personas-
-no se paltéen, suave nomás, ustedes me esperan aquí en la puerta de entrada que yo regreso
al toque- nos calmó Carlos.

-¿fumas?- me invitó la flaca, al quedarnos solos, extendiéndome una cajetilla de Kent.
-bacán- le agradecí, encendiendo antes su cigarrillo,observando la marca.
-son mentolados, pero con uno no te vas a volver maricón- se mató la risa, palmeándome la espalda
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En la cola los chicos se apretujaban, arrinconándose a la elevadísima pared el Cine, evitando la sampadera. Sus rostros se mostraban ansiosos por ver ya la película que tanto se comentaba. Casi todos eran de la zona, San Isidro, Miraflores y San Antonio, aunque pude distinguir y saludar a chicos conocidos de Magdalena y Pueblo Libre. Lucían un look alegre, desenfadado, espectacular: melenas revueltas, polos a colores desteñidos, pantalones acampanados con vistosos colores, botines y macarios hasta taco cinco; algunos despertando admiración con unos africa look bellísimos. Las chicas lindas, con bluzas de tocuyo o polos bajo una eclosión de formas y colores, minis o jeans ajustadísimos, sandalias, argollas y shaquiras adornando cuellos, brazos, tobillos.
-esto me recuerda un poco a San Francisco- observaba sonriente la flaca, con la mano a la cintura, lanzándome al rostro argollitas de humo. -Claro, haciendo las necesarias diferencias, no?.

A los pocos minutos, Carlos nos hacía señas llamándonos con la mano.
-no jodas, !tiene ya las entradas en la mano!- saltó alegre la flaca.
-oye, ¿quién es tu vara?,¿ Velasco?- le preguntó, dándole como premio un chape al vuelo.
- apuren, luego les cuento, la película ya ha comenzado- contestó Carlos avanzando a la entrada.

La gigantesca pantalla del Orrantia proyectaba la figura de un negro barbado, un tanto mayor, vestido con una túnica anaranjada, posiblemente jamaiquino, que movía rítmicamente la cabeza dándole de alma a una guitarra de palo y con una voz enronquecida cantaba:

"!Freedom...freedom...freedom.. freedom ..!"

-ese es Richie Havens- ilustró Carlos, -escucha bien, está cantando un hermoso tema de protesta contra la guerra de Vietnam.

Al fondo del festival, una inmensa multitud de jóvenes no cesaba de aplaudir y moverse al compás de la canción.

Recién, ya adaptado a la oscuridad, pude advertir que la sala ofrecía un lleno total; los chicos estaban sentados hasta por los pasadizos, todos moviéndose con el tema; ardía una energía de locura y bullicio. Al pie de la pantalla varios chicos muy al pendiente de una montaña de grabadoras.
-!verdad, debo colocar mi grabadora!- me acordé.


Toda la sala estaba sobrecargada de un humo exótico, penetrante; me recordaba el orégano con que mi mamá aderezaba la comida.
-no, loquillo, es marihuana-, precisó Carlos. -La gente tiene que estar stone para ver y sentir mejor esta película, siéntate y no hagas roche.

Todo me maravillaba. Nunca había asistido al cine rodeado de una atmósfera tan extravagante, inusual, atrevida, super liberal.

En eso el público se puso a aplaudir y de inmediato el ruido de unos timbales africanos, cada vez con mayor intensidad y estruendo, comenzó a dominar el festival.
-! Santana!- coreaba el público.
- Fíjate en el chatito que le pega a los timbales-, observó Carlos- Es el famoso Chepito Arias-.


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