domingo, 17 de enero de 2010







Woodstock, tres días de paz, amor y música
(Cap. 2)


Santana quiso regalarnos unos minutos de magia con la exhibición del solo de batería de Mikie Shrieve, un gringuito melenudo de apenas diecisiete años de edad.

!Era fascinante ver las maravillas que sus manos podían hacer con la batería!. El chico se deleitaba jugando a los ritmos, primero pegando lento, despacio, para luego darle duro y cada vez más rápido a los platillos y la batería.

El sudor que perlaba su rostro fresco denotaba la profunda concentración en que se hallaba inmerso, cogiendo el vuelo de la inspiración suprema de su arte.
-Está fumadote- observó la flaca. -Esos ojos recontrachinos, ya los he visto, por lo menos está en ácido-.se rió aplaudiendo su chiste.
- ! Arte psicodélico!- ilustró mejor Carlos -Y tú lo sabes mejor que nadie, pues San Francisco es la cuna de la psicodelia-.

Soul Sacrifice llegaría al paroxismo cuando le tocó a Carlos Santana hacer de las suyas.
Nunca había visto a nadie entregarse a la guitarra con tal delicadeza y ternura para arrancar de sus cuerdas la más inspirada y alucinante melodía.

Santana mostraba ser no sólo un fino guitarrista de rock, pop o soul, el más diestro de sus exponentes. Lo suyo era pasión, amor, conquista a la guitarra. La guitarra deliraba entre sus manos como una amada en trance de seducción.

Al fondo del festival, una gringa se movía rítmicamente imitando, con muecas y manos, el trabajo que Santana operaba sobre la guitarra.
-Un vacilón la gringa- reía la flaca.

Llegó un momento en que la efervescencia que Santana hacía vivir en el festival, como por encanto de magoa, se trasladó a la sala del cine y todo el mundo se puso también de pie a aplaudir con un frenetismo desbordante. Era como si una inexplicable onda de energía conectase a ambos públicos, a despecho del espacio y el tiempo.
-Con esta presentación se consagró Santana- profetizaba Carlos aplaudiendo, sin despegar el cigarrillo de los labios.
-!Qué mostro!- exclamaba la flaca, moviéndose en su asiento.

La presentación de Santana en Woodstock fue memorable. Una de las que mejor se recuerda del festival.

Cuando de los parlantes del festival una voz anunciaba: "Ladys and gettleman: John Sebastian", y un rubiecito de lentes que parecia hermano de Piero subía al escenario colgado de su guitarra a la espalda, aproveché para escapar un rato.
-Regreso en un minuto cuñadito- me excusé.

En el baño se libraba un espectáculo aparte, unos chicos super embalados hacían de las suyas.
-!Carajo!- protestó un tio que ingresaba. -Ni acá se puede respirar bien-. y salió dando un portazo.
Posiblemente confundido por mi cabello largo y mi atuendo hippilon, uno de ellos se me acercó:
- loco, ¿tienes papel?
- ¿papel higiénico?
- no huevas, !papel de biblia!- y se mató la risa.

En eso un chico con el look de David Cassidy abrió bruscamente la puerta llamando a gritos a sus patas:
-! Joe Cocker! !Joe Cocker!-

Todo el mundo salió disparado y, por inercia, los seguí entrando de nuevo a la sala.
-Loquillo, no te puedes perder esto !es Joe Cocker!- me recriminaba Carlos.

Al acomodarme, observé al chico de mi costado metiéndole la mano a su enamorada por debajo del brasier. La chica, una flaquita blanca, riquísima, con un africa look bien loco, se dio cuenta de mi sorpresa y, por toda respuesta, me sacó traviesamente su lengua rosadita.

El tema de Joe Cocker With a litle help from my friends se convertiría en un ícono del festival de Woodstock.

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