miércoles, 23 de febrero de 2011

Mis Personajes: LAS


Mi Encuentro con
Luis Alberto Sánchez
*Oficina de LAS
*Año: 1982
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Para agosto de 1982 yo vivía las horas más alegres y emocionantes que recuerde de mi juventud. Me encontraba con la moral al tope culminando en la universidad San Martin mi fascinante carrera de abogado, por la tarde realizaba mis prácticas forenses en la Corte Superior y, en la noche, disfrutaba enseñando Literatura e Historia del Perú en las academias pre-universitarias de Lima.

Nada puede haber más hermoso en la vida, que hacer lo que uno quiere, y querer lo que uno hace.

Como si ello fuera poco, venía participando en un certamen del saber que producía América Televisión: "La Pregunta de los Diez Millones", uno de los programas más sintonizados de la televisión de aquellos años. Lo pasaban los martes a las 9 de la noche, y era conducido magistralmente por el maestro de la televisión peruana, don Pablo de Madalengoitia.

El concurso era, no solamente altamente ilustrativo, edificante y definitivamente ameno, !era increible, fabuloso!. El participante, -en su mayoría jóvenes universitarios y profesionales-, concursaba por un tema de su elección, luego, ya en el set, adonde quedaba internado y expuesto al público en una estrecha cabina de vidrio, era sometido al más severo escrutinio del conductor,.

Las preguntas eran poco ortodoxas. No rondaban únicamente acerca de un dato relevante sobre la vida u obra del autor, en lo que uno estaba obligado a saberlo de memoria.

Recuerdo a una joven concursante muy carismática y de notable preparación sobre el genio del cubismo, Picasso, a quien se le preguntó por qué razón el toro trazado en el Guernica, -el memorable cuadro que perenniza el horror de la guerra civil española-, cuya cara antes figuraba a la derecha, aparece luego violentamente torcido hacia la izquierda. La chica puso una terrible cara de espanto, como si el toro realmente la fuese a embestir, que el público ahogó un lamento tan intenso que todo el mundo lo escuchó. Fueron 7 millones los que ella se encontraba acumulando en su haber, lo que esa pregunta le hizo perder.

Yo había elegido: "Vida y Obra de Manuel Gonzáles Prada", la figura más excelsa de la literatura peruana por la que profesaba (profeso) la más profunda y rendida admiración, cuya obra luminosa, vibrante de dignidad, coraje y rebeldia forjó un Perú nuevo.

No quería perderme los diez millones, pues en esa suma cifraba yo toda mi esperanza para irme a Madrid a estudiar el postgrado que, por aquellos días, era mi más caro anhelo. Ya andaba por los 6 millones, la séptima semana en concurso, y era toda una "estrella" de la televisión. Recuerdo que al programa llegaban efusivas cartas de saludo y aliento de mis compañeros y profesores de universidad.

Mucho me alegró una carta especial que, en pluma efusiva y elegante, y en nombre de la juventud aprista, me hizo llegar mi dilecto amigo y dirigente juvenil del aprismo José "Pepe" Barba Caballero. También guardo grata memoria de una muy alentadora, de Efraín Castilla La Rosa, inquieto compañero de promoción.

Yo sabía que para un concurso cultural de este nivel, debía contar con la ilustración de mayor autoridad intelectual en el tema, y en Perú nadie había estudiado ni conocía tanto y mejor a Gonzáles Prada que Luis Alberto Sánchez. Arreglé, pues, por instancias e insistencia de mi hermano Marco Antonio Castillo, una cita con el maestro LAS.

Encontrarme al frente del maestro Sánchez era acudir a un regalo del destino. Si bien había leido con esmero todos sus libros y ensayos en torno de la figura de Prada e, igualmente, lo había escuchado disertar en innumerables conferencias, era la primera vez que lo tenía en cita histórica para mí solo.

El Estudio de LAS quedaba en el segundo piso de un antiguo edificio del jirón Moquegua, al costado del Jirón de la Unión, en el corazón de Lima. Era una oficina dramáticamente antigua, cubierta de pared a pared de un riguroso enchapado de madera oscura que, de primera impresión, confería un ambiente apático y tristón, tanto que al ingresar uno sentía como si hubiese atravesado el túnel del tiempo encontrándose a inicios del siglo XX.

Detrás de unos gruesos y enormes lentes de vidrio, con su típica cabeza inclinada al costado, el maestro Sánchez ya me esperaba muy bien escoltado por una copiosa biblioteca.

-Maestro, !buenos días!, un honor poder saludarlo y agradecerle infinitamente por recibirme-, le dí la mano emocionado e incliné mi cabeza muy ceremonioso.
- ¿Cómo está usted? Me dice Franco (su secretario) que viene concursando en la televisión sobre Manuel Gonzáles Prada, !me alegra saberlo!-una voz gruesa y sorprendentemente juvenil, un indiscutible timbre de locutor de radio.

Tras ensalzar el valor del tema, y destacar su difusión a través de la pantalla chica, entramos en materia.

-Maestro, usted acaba de sacar a luz un nuevo libro de Prada: "MGP: mito y realidad", y echa por tierra muchos datos que consignan sus biógrafos más versados. Estoy pensando en García Salvatecci, Bruno Podestá, por citar los de esta época, incluso Basadre...
-¿Y eso qué tiene qué ver? -rápido en la observación-, la investigación, seria y profunda, es un constante revisar y perpetuo descubrir.
-Pero se trata de la verdadera edad de Don Manuel, ¿cómo es que el mismo Prada consigna como fecha de su nacimiento el 6 de enero de 1848, y usted lo corrige exhibiendo la partida bautismal, como del 5 de enero de 1844?
-exacto
- o sea, ¿Prada mentía ...?
- !por supuesto!
-pero, ¿por qué razón?
-simple coqueteria masculina; mire usted, Gonzáles Prada era mayor que Adriana, su esposa, y de esa manera quería acortar distancias.
-sorprende saber eso, !en Prada!
-más me sorprende que a usted le sorprenda, ¿acaso la coquetería es patrimonio exclusivo de las almas femeninas? !oiga usted!- se sonreía.
-bueno, el editor del programa, cuando le hice mención de estos nuevos datos, rió, atribuyéndole a usted mucha imaginación- quise, de soslayo, ver su reacción.
-¿Alvarez, el escritor español, verdad?!Es un comunista que siempre anda como sombra detrás de cada apunte mío- se sonrió.

Si bien LAS me había asignado quince minutos, la charla consumió más de cuarenticinco, discurriendo, ante mis desorbitados ojos, como película de estreno, facetas muy importantes e inéditas de la vida de Prada. Yo llevaba anotado en un cuadernito un orden sobre las preguntas para el maestro: la razón de su antichilenismo recalcitrante y del anticlericalismo que inflama la prosa pradiana, la creación del Circulo Literario, los pormenores del memorable Discurso del Politeama, su enfrentamiento a Piérola, el cuestionado viaje a Europa, su enfrentamiento con Don Ricardo Palma.

Fascinaba ver como LAS citaba de memoria y en detalle cada libro escrito por Prada, tanto los de prosa como en verso, sus editoriales, las fechas de sus primeras publicaciones.

Le pedí ilustrarme mejor sobre su vida al lado de la compañera leal: la francesa Adriana de Verneuil, y algunos datos sobre el trágico suicidio de Alfredo, el único hijo de ambos. Del mismo modo, tuve que pedirle mayor claridad en torno al amor profano y oculto de Prada: Mónica Calvet y Bolivar, y la descendencia dejada por ese lado, muy discretamente guardada por la historia.

No podía desaprovechar y expurgué también sobre el encuentro que Prada tuvo lugar en la Biblioteca Nacional, cuando fue director, con el joven e inquieto estudiante universitario trujillano Victor Raúl Haya de la Torre. !Nunca tuve tanta iluminación!

-En cuanto a las fotografías, hay una en que MGP está pegando estampillas...
-Sí, era un filatelista consumado
-pero, ¿quién le toma esa foto? ¿es en el Estudio de Curret, verdad?
-no, es Adriana, su esposa
-una última pregunta, ¿cuál es el epitafio escrito sobre su tumba?
-eh? !por favor, no me haga perder tiempo con datos que usted debe indagar por su propia cuenta! Mire, gaste cincuenta centavos y tómese su microbús y vaya directo al cementerio, allí lo podrá saber- se sonrió finalmente.

Maravillado, deslumbrado, salí de tan increible encuentro, como caminando en el aire. Si bien le pedí al Maestro que me permitiese visitarlo algunas veces, aquella sería la última vez que lo tuve a mi lado, únicamente para mí. Con seguridad, uno de los momentos más hermosos y memorables que he podido experimentar en mi vida y que recién hoy lo cuento, con infinita emoción y elevado orgullo.

Llegué a ir al Cementerio Presbítero Maestro, en Barrios Altos, saliendo nomás de la universidad y en compañía de Charo, tan leal e identificada con cada de una de mis inquietudes intelectuales de muchacho, pues fue ella quien a la fuerza me llevó al Canal Cuatro para incribirme en el concurso de "Los diez millones". Y ella quien coordinó mis citas con los escritores Salvatecci y Podestá.

Ya en el cementerio, nos internamos por sus largos y sombríos pasadizos. Mientras avanzábamos por el área donde descansaban los grandes hijos del Perú, resultaba imposible no dejar escapar la emoción al ver tanta historia junta durmiendo bajo las entrañas de la tierra.

Nos detuvimos e hicimos una emotiva plegaria ante la tumba de José Carlos Mariátegui, "El Amauta", !tanto hizo por este nuevo Perú!.

No dejaba de llamar nuestra atención la tumba tan singular del poeta José Santos Chocano, enterrado de pie, genio y figura, hasta la sepultura.

Y, finalmente, mas allá, una solitaria piedra de granito, el epitafio:

"Aquí yace la luz", Manuel Gonzáles Prada: 6 de Enero de 1844-22 de Junio de 1918"

Luis Alberto Sánchez falleció el 6 de febrero de 1994. Y la suya será la tumba que, regresando a Lima, iré a visitar, y decirle, inclinado, que me entristeció muchísimo su muerte, y como nadie deploré que, al haber sido cerrado el Congreso por el abuso de la dictadura, se le privaron los honores que su gloria de gran Tribuno y uno de los prohombres de la Patria le eran dignos.

Y, decirle también que, a pesar de todo, no llegué a ganar el concurso por un incidente anecdótico verdaderamente asombroso, ni logré estudiar mi post grado en la Complutense de Madrid. Pero que aprendí que la vida puede ser también bella y hermosa, si nuestros sueños, aunque no realizados, son vividos intensamente en el alma.

Nueva Jersey, invierno del 2011.

Luis Alberto Castillo

1 comentario:

  1. Sencillamente brillante, propio de tu grandeza. Un gran abrazo querido Luis Alberto y otro hasta el cielo, para el otro Luis Alberto.

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