miércoles, 13 de julio de 2011

Reflexiones



Leo, luego existo

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No hace mucho, debatiendo con una amiga del fb, yo afirmaba enfáticamente que lo que determina nuestra existencia como ser humano es la capacidad que tenemos de pensar, nuestro razonamiento y el juicio que formulamos frente a las cosas y los problemas del mundo y la forma de encararlos. En una palabra, nuestras ideas.

En realidad, con tal posición yo no hacía otra cosa que reafirmar el "cogito, ergo sum" ("pienso, luego existo"), la genial frase acuñada hace tres siglos por René Descartes, el padre de la filosofía moderna.

Sin embargo, en pleno siglo XXI, en una sociedad dominada por un consumismo avasallador y agobiante, de grandes y atestados malls, de seductoras ofertas de fin de mes, y donde la vida gira alrededor de alguna nueva adquisición, bien se haría retrucar la frase cartesiana por un sello distintivo más apropiado y contemporáneo: "Compro, luego existo".

Mas, qué hermoso sería que, sin dejar de jugar al aforismo cartesiano, nuestra existencia se viera definida por nuestros hermosos hábitos de lecturas, por la ansiosa espera del fin de semana por visitar la bookstore en pos de un nuevo libro, de nuevas luces, y dijéramos de nosotros mismos: "Leo, luego existo". Es decir, amo tanto los libros y vivo intensamente el maravilloso mundo de la lectura, que, más que algo, soy alguien: leo.

Leer es una de las virtudes más hermosas que puede atesorar el hombre, la expresión más genuina y enriquecedora de nuestra condición humana. Por obra de la lectura podemos aprender, descubrir el mundo y a nosotros mismos, entrar en contacto con la sabiduría, la belleza universal. Es el medio esencial más profundo para nuestra evolución y crecimiento como persona. Es ser libre.

Entonces, ¿por qué no leemos?, o, ¿por qué cada vez leemos menos? ¿ qué pasó con esa llama que encendía nuestra niñez de dicha y entusiasmo en torno a "La isla del tesoro", o que de la mano de Julio Verne nos déjabamos llevar en alucinante "Viaje al centro de la tierra"?

¿Necesitamos tener quince años para suspirar y llorar con la tragedia de "Romeo y Julieta"? ¿Qué nos hizo perder la fe en Bécquer, Darío o Salaverry? ¿Cuándo se apagó esa llama pura y divina de nuestro entusiasmo por tantas y bellas lecturas?

¿Cómo se puede explicar una línea larga de consumidores esperando la oferta de Mc Donald, mientras al frente, en "Barnes & Noble", la presentación del último libro de Rosario Ferré sólo haya convocado una escuálida concurrencia del público lector?

Mario Vargas Llosa expresaba alarmado, no sé si en "La verdad de las mentiras" o "Piedra de toque", que en esta hora el común de los mortales haya reducido su vida en los hábitos prosaicos de tragar, defecar, copular y dormir, !triste rutina!

Mas, no creo que la fe por los libros y las lecturas, es decir, por la redención del espíritu del indivíduo que cada vez es pasivamente más absorvido por el consumismo contemporáneo, deba estar del todo perderdido.

Empecemos por replantear nuestras salidas y reorientar nuestras compras de fin de mes: ante la plétora de anuncios de productos y marcas cautivadoras, decidamos por un buen libro. Christian Dior y Carolina Herrera esta vez pueden esperar, y llevémonos una hermosa novela de Mario Vargas Llosa, algún buen cuento de Borges o lo último de Isabel Allende.

¿Qué logramos con el cambio? Casi nada, pero tenga la seguridad de que, al llegar a casa, no será ya un bien sentándose sobre otro bien, sino usted, que lee y asume una nueva existencia.

Nueva Jersey, Septiembre del 2011

Luis Alberto Castillo.