martes, 23 de febrero de 2010

El Peruano del Siglo XX














Y después de Haya, ¿qué?


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"Yo quiero decirle a la juventud, a los que serán los dueños del mañana:


que a ellos les toca la tarea de concretar y realizar lo que nosotros comenzamos.


O lo que en nosotros fue sueño, ilusión, señuelo.."


(Discurso a la juventud, VRHDT, Plaza San Martin, 1967)


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El pasado 22 de febrero se cumplió un nuevo aniversario del nacimiento de Víctor Raúl Haya de La Torre (1895), quien falleciera el 2 de agosto de 1979. Una vida entera consagrada a la lucha por los ideales de libertad y justicia social en el Perú. Una vida sin tregua, como bien lo calificó Luis Alberto Sánchez.

Desde los días aurorales de su fundación (1924), el viejo Partido de Víctor Raúl ha visto el liderazgo de cuatro generaciones de grandes dirigentes. La primera, la fundacional, es una generación de iluminados, elegida por Víctor Raúl para conducir la gran transformación social que necesitaba el Perú. Le siguió una generación heroica, jóvenes impregnados de una extraordinaria mística, quienes derramaron su sangre generosa y arriesgaron sus vidas para dirigir el Partido en los duros años de la gran persecusión por lealtad a los nobles ideales del pueblo. Sucedióle una generación impetuosa, contestataria e impaciente, orgullosa del rico historial cuasi-religioso legado por sus antecesores. La cuarta es una generación de jóvenes brillantes, forjados en la lucha estudiantil y el debate ideológico, preparados personalmente por el jefe del aprismo.


La primera, es un bastión de soberbias figuras políticas, de dimensiones épicas: Carlos Manuel Cox, el cachorro Manuel Seone, Fernando León de Vivero; lumbreras del saber: Luis Alberto Sánchez, Antenor Orrego, Magda Portal, Ciro Alegria; líderes nacidos para la acción: Luis Heysen, Tello Salavarría; luchadores sociales de temple y arrojo: Manuel "búfalo" Barreto, Manuel Arévalo, Luis Negreiros; conciliadores como Ramiro Prialé. En la segunda, emergen personajes de leyenda, templados con el fuego candente del destierro, marcados por las ergástulas y catacumbas: Armando Villanueva del Campo, Luis Felipe de Las Casas, Carlos García; doctos y eruditos como Andrés Townsend, Carlos Enrique Ferreyros, Enrique Chirinos Soto. La tercera es una casta de fogosos tribunos, lúcidos legisladores: Javier Valle Riestra, Alfonso Ramos Alva, Carlos Enrique Melgar. La cuarta una verdaer a eclosión de jóvenes talentosos, oradores grandilocuentes: Alan García, Carlos Roca, Ilda Urízar, José Barba Caballero, Alfredo Barnechea, Alberto Borea Odría, Mercedes Cabanillas, Manuel pato García, etc.


Por un extraño designio del destino, estas cuatro generaciones estuvieron juntas en la Asamblea Constituyente de 1978 a la hora de sumar esfuerzos para elaborar la Constitución de 1979, la más lúcida y excelsa de las diecisiete que han regido la vida republicana del Perú, acaso la obra más brillante del aprismo. Todos dirigidos por Víctor Raúl Haya de la Torre como presidente de la misma.


Muerto Víctor Raúl hace ya treinta años, es imperativo preguntar: ¿por qué el Apra no ha vuelto a producir líderes de la misma dimensión?.


La primera razón es que la actual generación y hoy conductora del Partido, emerge post mortem Víctor Raúl. Jóvenes que se forjan casi huérfanos de la presencia omnisciente del jefe del aprismo. Si bien muchos de ellos estuvieron cerca de Víctor Raúl, a la muerte de éste se cortó el hilo de su sabia orientación, desprendiéndose de su mano conductora, de su irremplazable liderazgo moral. Ningún dirigente o líder continuaría con la preocupación de formar nuevos cuadros, que fue obsesión y preocupación de primer orden en Víctor Raúl.


Una segunda explicación es que, tras la muerte del fundador del aprismo, sobrevino una grave división interna entre sus máximos líderes por la disputa de la conducción del Partido que lo resquebrajó seriamente, afectando, no sólo su identidad ideológica (¿El anti-imperialismo y el apra o Treinta años de aprismo?), o la nueva estructura organizacional (¿secretaría general única o colegiada?): hirió de muerte profunda y socavó intensamente su unidad monolítica, su mejor fuerza orgánica y el gran secreto de su sorprendente vitalidad histórica. Una herida que no llegó a restañarse del todo.


Existe una tercera razón. A una larga década encrispada de espanto, sangre y odio vividos bajo la violencia terrorista, sucedióle otra dominada bajo la férula de una dictadura oprobiosa; diez años en que la política fue encanallecida. El transfugismo, los vladi-videos y la fuga cobarde del ex dictador dejando al Perú ahogándose en el más pestilente lodazal de corrupción de que tiene memoria su historia, muestran los niveles tan ruines y groseros a los que fue llevada la política bajo la era Fujimori.


Nunca fueron más vigentes las amargas frases de Gonzáles Prada: el Perú, no sólo derramó la sangre, !exhibió la lepra!.


¿Qué juventud puede forjarse en un pueblo enfermo como lo ha sido el Perú en estos últimos veinte años? O, preguntándonos con el autor de Horas de Lucha : ¿todavía tenemos juventud?, entendida ésta como la reserva moral más pura y baluarte de los altos valores del espíritu.


Definitivamente nuestra juventud no vendrá del mundo político, totalmente desacreditado por constantes actos de escándalos, mafias, cinismo y corrupción y que, al parecer, es su hábitat, pues es donde se gesta, reproduce y perpetúa su especie. El Perú, nauseado, lo constata a diario


Tampoco esperémosla de un Apra agotada, que, salvo contadas y honrosas excepciones, ya dió sus últimos frutos de sabor amargo y deletéreo; y porque su actual clase dirigente tampoco se encuentra preocupada en su formación ni búsqueda, distraída y envuelta como anda en una suerte de delirium tremens, digno de una novela negra de James Ellroy, y que se desprende de la danza de petroaudios en este tragicómico Watergate en su versión criolla.


A no ser que, de tanta fiebre, decida bajarla con los paños frescos de un rostro nuevo, una figura independiente y juvenil, y mejor si es una Mujer. El Partido de Víctor Raúl ya ha dado finas muestras de ello en el pasado.


Como fuere, no se debe olvidar que existe una juventud peruana que se gesta, palpita y desarrolla, y a la que urge buscar y debemos saber convocar dignamente en la construcción del Perú Grande que anhelamos proyectar para este nuevo siglo.


Un rico potencial se encuentra en la Universidad peruana, último reducto de la libertad de expresión, la creatividad y la dignidad, adonde se recurre en épocas electorales, pero se olvida y margina impunemente a la hora de armar cuadros de gestión para el gobierno.


Otra valiosa reserva de juventud es aquella que se fue integrando esa diáspora de peruanos donde hubo fuga de valiosos talentos, y que desarrolla su potencial lejos de la Patria en universidades americanas y europeas. Una generación que difícilmente volverá, pero que bien puede ser captada y convocada utilizando creativamente los instrumentos de la electrónica y el internet en esta época en que la tierra es plana.


Un Perú donde florecieron peruanos de la estirpe de Víctor Raúl Haya de la Torre, Jorge Basadre, José Carlos Mariátegui, Porras Barrenechea, Valcárcel, Manuel Seoane, César Vallejo, y cuyo pensamiento fue el guía y faro orientador del Siglo XX, puede gestar a los nuevos prohombres, varones y mujeres, que serán los que lideren el Perú Grande que queremos para este Siglo XXI.


Corresponde a los peruanos íntegros identificados con los destinos de la Patria asumir la gran tarea de convocar esa preciosa juventud. ¿Cómo? He ahí la gran cuestión.


Nueva York, invierno del 2010


Luis Alberto Castillo.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Cine


La Teta Asustada


*Título: La Teta Asustada
*País: Perú.
*Temática: Drama (violencia SL)
*Idiomas: Español y Quechua
*Año: 2009
*Directora: Claudia Llosa.
*Reparto: Magaly Solier, Susi Sánchez, Marino Ballón, Efraín Solís, Karla Heredia, Fernando Caycho
*Música: Selma Mutal: La sirena; Los Destellos: Elsa, Caminito Serrano, La muerte del preso
*Méritos: El Oso de Oro (Alemania), Crítica FIPRESCI (España),
Nominación al Oscar

"Pueblo que ignora su historia,

está condenado a repertirla"

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La Teta Asustada, la película dirigida por la joven directora Claudia Llosa, reciente ganadora al premio El Oso de Oro en el Festival de Berlin, acaba de ser nominada al Oscar en la categoría a mejor película extranjera. Una verdadera hazaña para el Cine peruano, y que ha sido recibida en todo el Perú bajo una atmósfera de efervescente alegría y eufórico sabor a gloria nacional. Una hazaña que, a no dudarlo, marcará un hito en su historia filmográfica: un antes y un después de esta película.
La Teta Asustada es el nombre que en algunos pueblos de la sierra peruana se conoce a una extraña enfermedad que, a través de la lactancia, les transmiten a sus hijos las mujeres que fueron víctimas de vejámenes durante los cruentos años de violencia vividos bajo el terrorismo. Es el caso de Fausta (Magaly Solier), una joven humilde que, no obstante haber quedado atrás los lejanos días de la guerra interna, continúa arrastrando una vida trémula de sobresaltos, presa de temores y de un inconfesable miedo hacia los hombres. Su madre fue violada en su tierra natal Ayacucho en aquella época de abuso, espanto y violencia.

En realidad, este tipo de creencias y supersticiones no es un hecho aislado de la cultura andina. En la apasionante novela de la escritora mejicana Laura Esquivel, Como agua para chocolate, inspiradora de la película del mismo nombre, la autora hilvana la trama recurriendo al tema de las tradiciones y supersticiones, como cuando narra que, a causa de la muerte de su esposo, a la madre de Tina (el personaje central) se le seca la leche materna. Tina, como Fausta en La teta asustada, se ve igualmente atrapada por las antiguas tradiciones de sus ancestros.

Y ello no debe llamar a extrañeza, pues la historia del Perú está formada sobre la base de un rico amasijo de leyendas, mitos, magia, creencias, donde lo fabuloso, lo increible y sobrenatural han estado presente desde los días iniciales de su fundación: Ayar Manco y Mama Ocllo, tras salir de las espumas del Lago Titi-Caca, señalan el Cuzco como centro e inicio del gran imperio que deciden formar por haberse hundido en dicho lugar el bastón de oro entregado por Inti, su padre, el mismo dios Sol . Esa mística y esa religiosidad que impregnan la milenaria cultura incaika, no se deshizo con el duro golpe de la conquista española; se replegó en los andes y se ha mantenido viva y transferido a sus hijos de generación en generación, enriqueciéndose, mediante tradiciones y costumbres como las que rescata la película de Llosa.
Por eso es un acierto que la película haya sido rodada en Manchay, un barrio marginal de Lima, nido de miles de hogares inmigrantes en su mayoría bajados de los andes huyendo de la violencia terrorista. Una urbe emergente ubicada por la periferia de la capital adonde sus pobladores han procurado trasladar y recrear su mundo andino a través del bullicio pueblerino de los amigos, los que están y los que llegan, el jolgorio pintoresco en la boda masiva de los vecinos, las ofrendas de los potajes típicos, la música y los bailes alrededor del carnavalesco árbol cilulo, sus costumbres regionales.

Fausta vive con su madre en ese mundo. Mantiene arraigada las viejas tradiciones de sus ancestros, alimentadas en gran parte a través de los cánticos tristes del huayno, y en el idioma de la tierra nativa, el quechua. Al mismo tiempo, siente la imperiosa necesidad de irse liberando de gran parte de esas costumbres que, como una camisa de fuerza, asfixian cada vez peor su ser de joven mujer. Al fin y al cabo Fausta ya no vive tras las cordilleras de los andes, ya no pertenece a ese mundo de su madre muerta, sino en la capital y al contacto de la modernidad.

Es ahí donde hay que desentrañar el mensaje que trae esta película, muy bien tejida por Llosa con el más fino hilo de filigrana de su arte: la actitud de una joven (Fausta) que, en el silencio y la conmovedora tristeza de su formación cultural, lucha estoicamente por liberarse del intenso drama de las tradiciones y creencias que la oprimen cruelmente. Pues, qué otra cosa no puede sino representar el hecho de colocarse papas en la vagina como forma de prevenirse de eventuales ultrajes, y la intervención oportuna de la ciencia médica liberándola de la superstición.

Si bien la crítica internacional ha sabido entender la ambivalencia cultural en que se mueve la película -el Perú no es indio ni español, sino mestizo-, resulta indignante que sean los comentarios al interior del propio país los que hayan destilado contra Magaly Solier y la película de Claudia Llosa las notas burlescas más destempladas e injustas, dejando aflorar el inocultable orgullo herido de un sector social autoconsiderado blanco que no puede consentir que una actriz venida de las serranías resulte convocada a un galardón de la resonancia del Oscar. Una historia en verdad conocida. El Perú no ha olvidado que, apenas una década atrás, ese mismo sector lanzara las burlas más despiadadas en contra de un candidato a la presidencia de la República por el pecado de ser un hijo de los andes, un cholo ( que logró ser presidente), a quien endilgó el epíteto de "auquénido de Harvard" en el vano afán de opacar el esfuerzo de sus elevados créditos académicos.

La Teta Asustada es una hermosa y melodiosa película, de una ternura dramática acariciadora de principio a fin, que, a través de la recreación de ciertos mitos y creencias andinas, denuncia, sin ruido, aspavientos, énfasis, ni pretensiones, las graves secuelas de violencia que dejó el terrorismo: el de Sendero Luminoso y el proveniente del Estado. Claudia Llosa ha tenido la valentía de expresarlo para que, en un país desmemoriado como Perú, nunca lo olvidemos.

Pero -hoy lo vemos mejor- la valentía de Llosa también radica en el hecho de buscar a Fausta, no en las escuelas de arte capitalinas, ni en quienes gozan de estabilidad en los repartos de las obras producidas para la TV y el cine peruano, sino en las mismas serranías para ser encarnada por una heroína real, de carne y hueso, que lleve en su sangre el palpitar de ese Perú profundo que la película necesitaba transmitir.

Ahí radica el gran secreto del triunfo sin precedentes de la película. Ahí se explica la sorprendente naturalidad con que Magaly Solier representa a Fausta, como solamente una hija de los andes lo podría hacer.

El Perú entero esperará de pie la entrega de la máxima premiación a que es digna merecedora esta bella obra fílmica, que es nuestra porque es intensa y profundamente peruana. Un premio que redundará en memoria de esas miles de inocentes víctimas del terrorismo de ayer, y en honor de las del racismo de hoy y siempre.

martes, 2 de febrero de 2010

Mis Idolos



RAPHAEL
Cincuenta Años después, el Idolo sigue siendo aquél


El escenario gigantesco, de una elegancia soberbia, todavía cubierto por inmensas cortinas de tul de un rojo vino, es aguardado por un público numeroso como nunca jamás se haya visto, abarrotando las finas butacas que, en interminables hileras, dan toda la vuelta del magnífico recinto.

Una alegre espectativa flota en la atmósfera, diría mejor una ansiedad latente, !todos de una vez quieren verlo entrar.

Se apagan las luces y el público ahoga una inocultable exclamación de felicidad. Se levanta el telón y solamente un solitario e inteso has de luz es todo lo que queda ahora para alumbrar el set.

Entonces, como impulsado por un cañón, entra a paso veloz agitando expresivamente brazos y manos, una figura delgada mediana, rigurosamente vestida de un negro total que tiene el efecto de resaltar la blanca palidez de su rostro juvenil, el que se ve iluminado por una amplia y dulce sonrisa.

Llega a la orilla del escenario, se inclina reverente cruzando los brazos, y el público lo recibe de pie, estalla en aplausos, sonoros, prolongados, frenéticamente.

!Es Raphael! !Raphael! !Rapha! !Rapha! !Rapha!

Sólo hay algo tan desmesurado como Raphael: el público de Raphael.

Cincuenta años siguiendo a Raphael, involucrándose con el Idolo, internalizando sus poses vibrantes y gestos escénicos, sus arrebatos y desplantes de divo, los fans han llegado a asumir la misma teatralidad en las butacas lo que el maestro en el set. Una comunión de almas, algo cuasi religioso los alimenta e identifica recíprocamente, esto es grandioso, !apoteósico!.

El raphaelismo es una fascinación impresionante. Un culto al ídolo que se sabe idolatrado.

La orquesta es impresionante, con una fina melodía de piano y en perfecta sinfonía de un bello toque de violines, da inicio a una de las interpretaciones más preciosas que el mundo entero haya escuchado en habla hispana: "Yo soy aquel".

Raphael es lo más extenso e interesante que haya producido la música contemporánea. Un raro producto de la misma cultura Occidental. En realidad, no hay pluma suficiente para dibujar perfectamente ni agotar el análisis de su excelsa figura.

Es el cantante más universal de España. Diría mejor, de la canción en español. Y es que nadie ha llevado y difundido el arte del canto en la lengua cervantina a todos los lugares y últimos rincones del mundo, como solo Raphael lo ha podido hacer.

Un largo y rico repertorio de hermosos temas románticos, tristes y alegres, que abarcan sus cincuenta años de vida artística, es una hazaña sin precedentes en la historia del cancionero hispano.

Cincuenta años de permanencia sobre los escenarios manteniendo, a fuerza de admirable entrega, disciplina, constancia, fidelidad a un estilo, único, incomparable, inimitable, ! es una proeza!

Como Raphael, solamente uno cada un siglo.

He aquí mi homenaje más encendido de admiración al más grande e incomparable ídolo de toda mi vida, !para tí mi querido Raphael!, y para todos los que como yo nunca hemos dejado jamás de admirarte.

!Gracias Maestro!

Nueva Jersey, invierno del 201o.

Luis Alberto Castillo.